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En esta vida hay cosas opinables y como tal respetables. Los hechos, ni lo uno ni lo otro, por apuntar al abanico de lo que puedan ser, serán lamentables o memorables, pero conceptualmente solo son hechos y como tales fuera de opinión. Y aunque sea cansino argumentar sobre lo que está exento de prueba, por cariño a alguien muy próximo, voy a relacionar lo que es obvio.

Escribo sobre el referéndum sobre la monarquía (para suprimirla más bien), tan insistente como minoritaria aunque ruidosamente reclamado esta última semana por comunistas y otros grupos emergidos, tras la abdicación del Rey. Así, no tengo más remedio que, enlazando con la entrada anterior, oponerme al dichoso referéndum, aunque solo fuera por los que lo reclaman de esa forma. Solo reiteraré que el republicanismo me parece tan legítimo como el monarquismo, no así la falsedad, el engaño y deslealtad.

Hoy incidiré en el aspecto legal que sostiene mi postura, más allá del instinto de conservación que, por otra parte creo tener bastante desarrollado.

Los que exigen el dichoso referéndum sostienen con aplomo digno de mejor causa que el pueblo no ha elegido el sistema político vigente, en román paladino, la monarquía parlamentaria.

Uno, que es animal político aunque no viva de la política, lo que de por si dice bastante y bueno sobre él, pero que no quiere padecer por ella más que lo inevitable, se rebulle ante semejante aseveración y no tiene más remedio que, no solo rebatirla, sino pregonar su falsedad radical. A saber:

Dejando aparte su teórico mejor derecho en términos de la legitimidad dinástica, Juan Carlos fue tocado por el dedo de Franco para continuar su régimen sucediéndole a título de Rey. Murió Franco el 20 de noviembre de 1975 y el 22 tenía España el rey que él había querido. Seis meses después Juan Carlos I. “el breve” en acertadísima proyección de Santiago Carrillo, había sentado las bases para conjurar su destino de ser rey al gusto de los franquistas.

Se deshizo de Carlos Arias y contra todo pronóstico designó Presidente del Gobierno a Suárez, quién en tiempo record fue desmontando el régimen franquista hasta hacer que sus Cortes aprobaran la Ley para la Reforma Política el 18 de noviembre de 1976 (remarco que antes de completarse un año de la muerte de Franco), con 535 votos de los 531 posibles. Sometida a referéndum el 15 del mes siguiente, fue convalidada en todas las regiones por el 77 % del censo, equivalente al 94 % de los votos emitidos. Este referéndum marcó el tránsito de la dictadura a la democracia y es lástima que lo tengamos tan devaluado.

Todo lo que se sucedió después fueron actos plenamente democráticos. El primero significado, menos de medio año después, las primeras elecciones generales, el 15 de junio de 1977 e inmediatamente el proceso constituyente, sin exclusión de ideologías ni sensibilidades, que se cerró con la aprobación en referéndum el 6 de diciembre de 1978 de  primera Constitución consensuada de la historia, cuando España llevaba dos años siendo una democracia plena.

Suarez y carrillo. jpg

Para llegar a ella, todas las ideologías renunciaron a algo y, sin embargo, todas quedaron satisfechas. También el Rey, que renunciando a serlo solo de los franquistas había apostado por ser el Rey de España. La Constitución determinó el sistema de monarquía parlamentaria y la forma de proceder a su modificación.

Dos telediarios atrás, a los nacionalistas de CiU, que fueron constituyentes, se les ocurrió (no entraré en las razones) mudar a independentistas y exigir un referéndum por su derecho a decidir. Como quien dice, ayer, los comunistas y otros grupúsculos emergidos del magma de la crisis también exigen su referéndum para optar entre república y monarquía. Cayo Lara no tiene reparo en repetir que el dilema es entre monarquía y democracia. ¡Átame esa mosca por el rabo, un comunista dando lecciones de democracia!

Suarez olvido

Pues ya saben lo que tienen que hacer Cayo Lara y sus coaligados y por extensión también los soberanistas catalanes y otros que puedan sentirse tentados: Es respetable sentir en republicano y querer cambiar. No lo es querer traer con trampa la república. Hay que insistir, en 1978 hacía dos años y medio que España era una democracia reconocida internacionalmente. No lo sería si en 2014 o cuando sea se implantara la república ¡por Dios, la Segunda no! metíéndola por la puerta de atrás.