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¡Qué se le va a hacer! No lo pusieron ahí para la ocasión. Se diría que ahí estaba desde siempre. Donde todos los funcionarios del estado tienen su retrato oficial, el Jefe del Estado español tiene el de su antepasado. Pero no el de su padre, ni el de su abuelo, ni el de su bisabuelo, ni …, ni… Desde el Rey de España hay que remontarse diez generaciones hasta llegar a la primera de su familia en España, la del retrato de su despacho oficial, de Felipe V.
Esto no debiera tener otra connotación que la inherente a las monarquías, de rendir homenaje a los que las principiaron. Pero en la convulsa e incierta España de 2012, ese íntimo homenaje podría tener otra lectura que yo intuyo admonitoria. Aquel Felipe V que en 1714 cristalizó una nueva dinastía para la ya vieja España lo hizo frustrando las pretensiones de otra por la que se habían decantado determinadas partes de esa España, a la que, al fin y a la postre modernizó y revitalizó, mal que les pese a oligarcas actuales.
Mientras, en una de esas partes de España, en Cataluña, en la toma de posesión de su Presidente y máximo representante del Estado en su demarcación territorial (¿cabe mejor símbolo de lealtad que atribuir a la parte la representación del todo?) el Honorable Artur Mas, se cubre con un gran cortinón oscuro, casi negro, el retrato de ese actual Jefe del Estado, al que por imperativo legal se jura lealtad, que en su despacho exhibe su vínculo con el pasado como él querría serlo para el futuro.
Unos y otros harán diferentes lecturas de ambas situaciones. Solo es posible una certera de cada una de ellas, todas las otras serán equivocadas.
En mi opinión, en la primera un Rey, Jefe del Estado español, en horas bajas sí, pero también consciente de los que está en juego. Y en la otra, un aprendiz de brujo, más bien un avestruz que hunde su cabeza bajo el plumaje que oculta su desnudez, pretendiendo que lo que llueve no le empapará, porque a él le bastan las grandes palabras y, lo que es peor, las pequeñas y huecas ideas.
Feliz 2013.
Ángel Zurita Hinojal